Yo pasé mi infancia en San Cornelio, un pueblecito de las montañas del Berguedà que en aquellos tiempos era una colonia minera. Había una mina de carbón en la que trabajaba casi todo el pueblo y donde mi padre pasó unos cuantos años de su vida. Eran unos tiempos difíciles y escaseaban muchas cosas, aunque nunca nos faltó de comer. Con el paso del tiempo he comprendido lo duro que era para mi padre entrar todos los días a trabajar a la mina, pero lo hacía por nosotros, porque el sueldo era mejor que el de los que trabajaban fuera de la mina.
Un año, cuando llegó Semana Santa, mis padres no tenían dinero para comprar la palma y mi padre pensó que los cerezos que ya habían florecido podrían ser una alternativa. Nos cortó una rama de cerezo que nos hizo la vez de palma. Mis hermanos y yo estábamos muy contentos con nuestra “palma”. Por eso cuando veo la foto me emociono.
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