Mis primeros recuerdos de la fiesta de los carnavales, se remontan a cuando yo tenía siete u ocho años. A pesar de que era una fiesta prohibida (de lo cual yo no tenía ni idea) en mi colegio, el Luis Vives, la profesora organizaba concursos, yo siempre me disfrazaba de hawaiana, aún recuerdo que con un trozo de tela que había en mi casa, de esa ropa que compraban mis hermanas mayores, para que la modista les hicieran los vestidos, era de color azul muy luminoso y flores de colores, muy alegre y veraniego, me liaba la tela alrededor del cuerpo, a veces un hombro al descubierto y otras los dos. Esa tela dio mucho de sí, con creatividad, cambiaba de modelo y además ganaba siempre el premio. Me ponía unas chanclas de goma, de esas que separan el dedo gordo y justo ahí llevaban una margarita blanca muy grande y llamativa,con adornos de pulsera y collar y en el pelo flores.
Fué más tarde, cuando tenía once o doce años por el año 1.969 aproximadamente, cuando salía disfrazada a la Plaza Española y oía decir que estaba prohibido, pero al igual que yo había más gente disfrazada, aunque muy poca.
Afortunadamente ya no está prohibido y la originalidad de los disfraces nos saca siempre una sonrisa. Yo me sigo disfrazando y sigo disfrutando como cuando era pequeña y me liaba el trozo de tela, creando mi propio disfraz, o cuando me disfrazaba de bailarina, mi pasión desde pequeñita.
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