Cuando ella era una niña, su familia, sus padres y dos hermanos vivían en una huerta allí no había luz, se alumbraban con un candil o lámpara de aceite.
La huerta estaba lejos del pueblo, en Trujillo, en Cáceres. Sus dos hermanos y mi madre no fueron al colegio, la casa era pequeña y ayudaban en la huerta en lo que podían, su padre sembraba cebada, trigo y verduras. Decía que los melones y las sandias eran de los más grandes y hermosos de todas las huertas que había cerca.
Su madre cuando se recogía la verdura iba al pueblo a venderla: tomates, pimientos, judías, melones, sandias...
En invierno, que se hacía antes de noche, la luz del candil se convertía en protagonista. Pienso mucho en cómo vivían mis abuelos y cómo vivimos ahora, solo hay que apretar un botón y tenemos luz.
Realmente creo que muchas veces no somos conscientes del todo del bienestar que disfrutamos.
Tere Crespo
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